Comentario
Capítulo XX
449 De cómo se han acabado los ídolos, y las fiestas que los indios solían hacer, y la vanidad y trabajo que los españoles han puesto en buscar ídolos
450 Este capítulo, que es el postrero, se ha de poner en la segunda parte de éste libro, adonde se trata esta materia.
451 Las fiestas que los indios hacían, según que en la primera parte está dicho, con sus ceremonias y solemnidades, desde el principio que los españoles anduvieron de guerra, todo cesó, porque los indios tuvieron tanto que entender en sus duelos, que no se acordaban de sus dioses, ni aun de sí mismos, porque tuvieron tantos trabajos, que por acudir a remediarlos cesó todo lo principal.
452 En cada pueblo tenían un ídolo o demonio, a el cual principalmente como su abogado tenían y llamaban, y a éste honraban y ataviaban de muchas joyas y ropas, y todo lo bueno que podían haber le ofrecían, cada pueblo como era y más en las cabezas de provincias. Estos principales ídolos que digo, luego como la gran ciudad de México fue tomada de los españoles con sus joyas y riquezas, escondieron los ídolos en el más secreto lugar que pudieron mucha parte del oro que estaba con los ídolos en los templos, y dieron en tributo a los españoles a quien fueron encomendados; porque no pudieron menos hacer, porque a el principio los tributos fueron tan excesivos, que no bastaba cuanto los indios podían arañar ni buscar, ni lo que los señores y principales tenían, sino que compelidos con necesidad, también dieron el oro que tenían en los templos de los demonios; y aun esto acabado, dieron tributo de esclavos, y muchas veces no los teniendo, para cumplir daban libres por esclavos.
453 Estos principales ídolos con las insignas y ornamentos o vestidos de los demonios, escondieron los indios, unos so tierra, otros en cuevas [y] otros en los montes. Después cuando se fueron los indios convirtiendo y bautizando, descubrieron muchos, y traíanlos a los patios de las iglesias para allí los quemar públicamente. Otros se podrecieron debajo de tierra, porque después que los indios recibieron la fe, había vergüenza de sacar los que habían escondido, y querían antes dejarlos podrecer, que no que nadie supiese que ellos los habían escondido; y cuando los importunaban para que dijesen de los principales ídolos y de sus vestiduras sacábanlo todo podrido, de lo cual yo soy buen testigo porque lo vi muchas veces. La disculpa que daban era buena, porque decían: "cuando lo escondimos no conocíamos a Dios, y pensábamos que los españoles se habían de volver luego a sus tierras y ya que veníamos en conocimiento, dejábamoslo podrir, porque teníamos temor y vergüenza de sacarlo". En otros pueblos estos principales ídolos con sus atavíos estuvieron en poder de los señores o de los principales ministros de los demonios, y éstos los tuvieron tan secreto que apenas sabían de ellos sino dos o tres personas que los guardaban, y de éstos también trajeron a los monasterios para quemarlos grandísima cantidad.
454 Otros muchos pueblos remotos y apartados de México, cuando los frailes iban predicando, en la predicación y antes que bautizasen les decían, que lo primero que habían de hacer era que habían de traer todos los ídolos que tenían, y todas las insignas de el demonio para quemar; y de esta manera también dieron y trajeron mucha cantidad que se quemaron públicamente en muchas partes; porque adonde ha llegado la doctrina y palabra de Cristo no ha quedado cosa que se sepa ni de que se deba hacer cuenta; porque si desde aquí a cien años cavasen en los patios de los templos de los ídolos antiguos, siempre hallarían ídolos, porque eran tantos los que hacían; porque acontecía que cuando un niño nacían hacían un ídolo y a el año otro mayor, y a los cuatro años, otro, y como iba creciendo así iban haciendo ídolos, y de éstos están los cimientos y las paredes llenos, y en los patios hay muchos de ellos.
455 En el año de treinta y nueve y en el año de cuarenta algunos españoles, de ellos con autoridad y otros sin ella, por mostrar que tenían celo de la fe, y pensando que hacían algo, comenzaron a revolver la tierra, y a desenterrar los muertos, y apremiar a los indios porque les diesen ídolos; y en algunas partes llegó a tanto la cosa, que los indios buscaban los ídolos que estaban podridos y olvidados debajo de tierra, y aun algunos indios fueron tan atormentados, que en realidad de verdad hicieron ídolos de nuevo, y los dieron porque los dejasen de maltratar. Mezclábase con el buen celo que mostraban en buscar ídolos una codicia no pequeña, y [era] que decían los españoles, en tal pueblo o en tal parroquia había ídolos de oro y de chalchihuitl, que es una piedra de mucho precio, y fantaseábaseles que había ídolo de oro que pesaría un quintal o diez o quince arrobas; y en la verdad ellos acudieron tarde, porque todo el oro y piedras preciosas se gastaron y pusieron en cobro, y lo hubieron en su poder los españoles que primero tuvieron los indios y pueblos en su encomienda. También pensaban hallar ídolo de piedra preciosa que valiese tanto como una ciudad; y cierto aunque yo he visto muchos ídolos que fueron adorados y muy temidos entre los indios, y muy acatados como dioses principales, y algunos de chalchihuitl, y el que más me parece que podría valer, puesto a el almoneda no pienso que darían en España por él diez pesos de oro; para esto alteraban y revolvían y escandalizaban los pueblos con sus celos en la verdad indiscretos; porque ya que en algún pueblo haya algún ídolo, o está podrido o tan olvidado o tan secreto que en pueblo de diez mil ánimas no lo saben cinco, y tiénenlos en lo que ellos son, que es tenerlos o por piedras o por maderos, y los que andan escandalizando a estos indios que van por su camino derecho, parecen a Labán, el cual salió a el camino a Jacob a buscarle el hato y a revolverle la casa por sus ídolos, porque de esto que aquí digo yo tengo harta experiencia, y veo el engaño en que andan y las maneras que traen para desasosegar y desfavorecer a estos pobres indios, que tienen los ídolos tan olvidados como si hubiera cien años que hubieran pasado.